RAFAEL MURCIA LLORENS
Valencia ha tenido, los últimos seis años, un gran festival aéreo en la playa de la Malvarrosa. El Ejército del Aire dio la pauta organizando el primero de ellos, en 2003, con motivo del Centenario de la Aviación Mundial, en conmemoración del primer vuelo a motor de un aparato más pesado que el aire. En el presente año, los medios aeronáuticos valencianos se disponen a celebrar el centenario de nuestra aviación, la efeméride del aeroplano construido en Barcelona y Valencia que consiguió despegar del suelo, por primera vez en España, en el Campamento Militar de Paterna, pilotado por el valenciano, de Cullera, Juan Olivert, quien financió su construcción con la ayuda inestimable del Ayuntamiento de Valencia. Esto ocurría el 5 de septiembre de 1909, fecha que culminaba una serie de acontecimientos aeronáuticos mundiales, habidos a lo largo del mismo año, cuyo centenario nos disponemos a celebrar, coincidiendo con el de la Exposición Regional. Un grupo de entusiastas aficionados ha hecho posible, año tras año, llevar a cabo en Valencia sucesivos festivales con notable éxito de público, el último de ellos convocó en las playas a una multitud cercana a los cuatrocientos mil espectadores; gentes de toda nuestra geografía que disfrutan con el espectáculo y que lo demandan año tras año, siendo el punto central de la demostración el lugar donde estuvo situado el primitivo aeródromo valenciano, desde 1910 a 1933, la arena de la Malvarrosa, escenario de las hazañas de los pioneros valencianos del aeroplano. Valencia y sus hijos recuerdan y veneran a quienes, a principios del siglo XX, hicieron sus primeras lides en la naciente aviación, surgiendo los primeros aficionados, que se agruparon en secciones y juntas dependientes de entidades tan prestigiosas como el Círculo de Bellas Artes, la Sociedad Valenciana de Agricultura o el Ateneo Mercantil. El concejo municipal valenciano, presidido por el alcalde señor Maestre, concedió una importante cantidad que sirvió para la adquisición de los elementos más costosos del nuevo avión, el motor y la hélice, sin los cuales no hubiera sido posible logro alguno. Es curioso y edificante descubrir en la Historia cómo la afición y el entusiasmo de los valencianos, unido a la sensibilidad de las autoridades que lo promocionaron, consiguieron hacer realidad el hecho de que un avión, construido con los propios medios, fuera capaz de remontar el vuelo, precisamente en nuestra tierra. Pero el propósito de estas líneas es exponer el incierto futuro del festival aéreo, nacido en nuestra época y penosamente sacado adelante todos estos años con escaso apoyo oficial y el entusiasmo de sus organizadores. Conseguida una mínima aportación de los estamentos públicos y privados, su continuidad se está viendo seriamente amenazada, a pesar de que en su confección se manejan presupuestos verdaderamente exiguos, insignificantes en relación con cualquiera de los diversos eventos locales. Frente a los muchos ciudadanos que continuamente se dirigen a la organización con palabras de felicitación y ánimo, cada año se requiere mayor esfuerzo en conseguir colaboraciones económicas, a pesar de que el número de espectadores no ha dejado de crecer. Llegados a una situación límite, los organizadores se resisten a tirar la toalla del fracaso y llaman a puertas oficiales que cada vez encuentran más difíciles de abrir. Se estudian nuevas fórmulas de actuación y se lucha incansablemente por la continuidad del evento, todo menos darse por vencidos. Hay que tener claro que un festival aéreo es mucho más que un simple espectáculo ruidoso y colorista, en el que unos cuantos intrépidos se dedican a hacer piruetas en el aire, es la excelente ocasión de reunir a miles de curiosos y aficionados, dándoles a conocer las últimas novedades en el mundo de la aeronáutica; es fuente de vocaciones y proyecta la imagen de una comunidad organizada en sectores especializados que puede contribuir, a medio plazo, a crear una industria auxiliar de alto valor añadido y avanzada tecnología. Es difícil, además, encontrar una forma más barata de organizar un espectáculo que promocione internacionalmente una ciudad. En otras localidades españolas donde se realizan festivales aéreos, Gijón, Vigo, Barcelona y Cádiz, las ayudas económicas e institucionales han sido resueltas, gracias al generoso y decidido apoyo de sus autoridades e instituciones locales. El Festival Aéreo Ciudad de Valencia, en sus años de existencia, ha logrado ganarse un gran prestigio nacional e internacional, habiéndosele concedido en el año 2007 el Premio Nacional de Festivales Aéreos. Es lamentable, pues, que el festival valenciano pueda desaparecer por falta de los apoyos necesarios y, si en este año 2009, en el que con tan justificado orgullo celebramos el Centenario de la Exposición Regional, el festival aéreo no pudiera celebrarse, sería alguna de las otras ciudades españolas que lo han solicitado la que tomaría el relevo, perdiendo la Comunidad Valenciana, quizás con carácter definitivo, la posibilidad de gozar del anual espectáculo aéreo. Una ciudad que fue pionera de la aviación en España, desde sus comienzos, no puede dejar desaparecer su grandioso festival, cuando la aviación ha llegado a ser algo tan importante en el mundo. Si en el año 1909 pudimos ser tan progresistas con tan escasos medios, sería lamentable no poder continuar hoy a la misma altura.