BRASILIA—La preparación de los abarrotados aeropuertos de Brasil de cara a la
celebración de la Copa Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016
se ha topado con un inesperado obstáculo: los cementerios de aviones.
En terminales por todo el país, aviones sin puertas, turbinas e incluso sin
nariz se oxidan a la intemperie. La flota incluye desde un curtido Boeing 737s
en Rio de Janeiro hasta un Douglas C-47 de carga de la Segunda Guerra Mundial en
la base de Tabatinga, en la Amazonía. Lleva ahí 16 años.
Los aviones desechados son monumentos a la turbulenta historia de la
industria de la aviación de Brasil. Las quiebras a lo largo de décadas dejaron
cientos de aviones en un limbo legal, junto con decenas de aeronaves más
pequeñas capturadas de traficantes de drogas.
Los aviones se pudren al tiempo que los tribunales de Brasil reflexionan
sobre qué hacer con ellos, un proceso que puede demorarse más de 10 años. Una
línea aérea, TransBrasil, dejó de pagar sus cuentas en 2001 y sus procedimientos
de quiebra se han prolongado desde entonces.
Los depósitos de chatarra aeronáutica de Brasil se están convirtiendo en un
problema olímpico. Algunos están dificultando la expansión de terminales para
albergar a los turistas que viajarán al país para la Copa Mundial y los Juegos
Olímpicos.
Cinco aviones oxidados impiden las obras para duplicar el tamaño la terminal
en la ciudad amazónica de Manaos, una de las sedes de la Copa Mundial. En
Brasilia, pesados Boeings yacen donde se planea una nueva terminal.
"Me rasco la cabeza preguntándome a dónde puedo arrastrarlos", dice Antonio
Silveira, un gerente del aeropuerto Juscelino Kubitschek, en Brasilia.
Algunos aeropuertos brasileños se dieron a la tarea de lavar los aviones en
desuso para que los pasajeros pensaran que están a la espera de poder
despegar.
Hay aviones en descomposición y a la vista de la torre de control en muchas
ciudades de América Latina. En la región, todavía pobre, las viejas aeronaves
son guardadas como piezas de repuesto. Sin embargo, Brasil se destaca por el
tamaño y número de aviones desechados que obstaculizan sus aspiraciones a la
modernidad aeronáutica.
Durante años, los controladores de tráfico aéreo en Brasilia se quejaron de
que estaban perdiendo el contacto visual con pequeños aviones que se acercaban a
la pista, donde un Boeing 767 de TransBrasil abandonado y otras aeronaves
bloqueaban la vista. Finalmente, los trabajadores movieron las reliquias.
Gran parte del hacinado aeropuerto de vuelos domésticos Congonhas, en São
Paulo, es un pueblo fantasma de jets en ruinas en hangares vacíos, depósitos e
incluso un edificio de oficinas de seis pisos, todo ello en un limbo legal a
raíz de la quiebra de Vasp SA, la aerolínea más antigua de Brasil, en 2005.
Las autoridades de Congonhas quieren usar el espacio para nuevas puertas de
embarque, con el objetivo de aliviar la congestión y las demoras crónicas. Sin
embargo, no pueden tocar nada hasta que no finalicen los procedimientos de la
quiebra.
Entre quienes tratan de resolver el lío se destaca Marlos Melek, un juez
federal de 36 años que pasa sus días investigando la corrupción de los
funcionarios judiciales de primera instancia. El año pasado, propuso ampliar su
mandato para incluir la salida de aviones de atolladeros legales y ayudar a
venderlos para crear más espacio en los aeropuertos.
Un año más tarde, el programa llamado Espacio Libre en los Aeropuertos
consiguió retirar 14 aviones. Muchos más podrían salir este mes.
El proceso es lento debido a que el juez no tiene autoridad real. Su mandato
consiste en tratar de convencer a los jueces de bancarrota, acreedores, agencias
estatales y federales, además de las autoridades de aviación civil y militar, de
que todos saldrían ganando si le pasaran los aviones a él.
Melek es un ávido piloto y ser aficionado a la aviación ayuda a su causa. En
una reciente visita a un funcionario aeroportuario, Melek rompió el hielo
mostrando fotos de aviones guardadas en su iPhone. Luego comenzó su discurso
sobre la necesidad de limpiar los restos de chatarra del volátil pasado de
Brasil. Ha pasado mucho tiempo, pero ahora, dice Melek, los deportes han hecho
de la eficiencia aeroportuaria una prioridad. "La gente piensa que todo esto es
por la Copa Mundial, dice. "Pero a mí ni siquiera me gusta el fútbol",
añade.
En 2006, Melek trató infructuosamente de rescatar un puñado de aviones
comerciales estacionados desde hacía cinco años, desde la quiebra de
TransBrasil. Propuso alquilar los aviones en desuso y destinar los ingresos para
pagar a los acreedores. La idea fue anulada por el juez a cargo del caso. "La
burocracia brasileña mató a esos aviones", dice Melek, que no quiere que la
historia se repita.
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